Publicado en la Revista “Resonancia” del Hospital Universitario de Canarias en octubre de 2002.
El método de diagnóstico más usual para la mayoría de la patologías es la realización de una radiografía y raro es el individuo que no se ha sometido a tal prueba a lo largo de su vida. Pero este magnífico y sencillo recurso de la medicina no se conoció hasta el año 1895, gracias al talento de un ingeniero alemán llamado Wilhem Konrad Röntgen.
Este genial descubridor nació en el pequeño pueblo de Lennep un 27 de marzo de 1845, en la región del Bajo Rhin en Alemania. Era único hijo de un fabricante de ropa y cuando tenía tres años su familia se trasladó a Apeldoorn en Holanda, donde acudió al Instituto Martinus Herman van Doorn como alumno interno. En esta institución Wilhem no resultó ser muy estudioso, aunque demostró tener especiales actitudes para la mecánica, habilidad que le acompañaría toda su vida. En 1862 ingresó en la Escuela Técnica de Utrech, de la que fue injustamente expulsado bajo la acusación de haber dibujado una caricatura burlesca de uno de sus profesores, la cual había sido realizada por otro alumno.
Ingresó en la universidad de Utrech para estudiar física en 1865, pero no pudo concluir la licenciatura, matriculándose en el Politécnico de Zurich (Suiza), donde realizó con éxito los estudios de ingeniería mecánica. En 1869 se graduó por la Universidad de Zurich, siendo nombrado asistente de August Kundt, su profesor e introductor a la ciencia física, con el que fue destinado a las Universidades de Wützburg y Estrasburgo y en 1875 fue nombrado profesor de la Academia de Agricultura de Hohemheim en Wurtemberg. De 1876 a 1900 dio clase en las más prestigiosas universidades alemanas: Estrasburgo y Glesen en 1888 acdeptó una plaza en la Universidad de Wützburg. El día 8 de noviembre de 1895, mientras estudiaba la fluorescencia en su laboratorio, situó un tubo de rayos catódicos conocido como “tubo de Crookes” en una caja de cartón negro, observando como aparecía una luz que no venía de la caja negra y que se reflejaba en una hoja de papel recubierta de cianuro de platino. Röntgen puso el tubo de rayos catódicos en la otra habitación a mayor distancia y observó como la hoja volvía a resplandecer. Se dio cuenta de que había descubierto unos rayos potentes, invisibles y capaces de atravesar objetos sólidos tales como su propia mano, de la que obtuvo su primera radiografía. Como los rayos descubiertos eran desconocidos hasta aquel momento, los llamó “Rayos X”, presentando su descubrimiento mediante una conferencia ante la Sociedad Físico-médica de la Universidad de Würzburg, el día 23 de enero de 1896. Rápidamente se diseñó un tubo capaz de producir los Rayos X, como medio idóneo de diagnóstico, cuyo primer modelo se fabricó en la factoría de Carl Heinrich F. Muller en Munich, especializada en la fabricación de vajillas de cristal. Las primeras salas de rayos estaban formadas por un tubo de rayos de Crookes evolucionado, totalmente cubierto de un forro negro, para evitar la infiltración de la luz. El paciente se colocaba a dos metros del tubo de descarga y la imagen resultante se proyectaba sobre una pantalla de platino- cianuro de bario. que sujetaba el médico con sus propias manos. Los honores llovieron sobre Röntgen, el cual tuvo la generosidad de no patentar su descubrimiento por considerarlo patrimonio de toda la humanidad, perdiendo con ello la ocasión de hacerse rico, llegando al límite de la modestia al rechazar los títulos nobiliarios que le ofreció el estado alemán. En 1901 obtuvo el Premio Nobel de Física, cuyo importe íntegro donó a la Universidad de Würzburg. En España, el profesor Antonio Espina y Capó publicó el 6 de febrero de 1896 un artículo por el que daba a conocer el descubrimiento de Röntgen, instalando en Madrid el primer gabinete radiográfico del país.
Wilhem K Röntgen falleció en Munich el 10 de febrero de 1923 a los 78 años de edad, a causa de un cáncer de intestino, pasando sus últimos días en la más absoluta indigencia, principalmente debido a la ruina que produjo en Alemania la pérdida de la I Guerra Mundial. La humanidad tiene una gran deuda de gratitud con Röntgen, porque con su concurso, la medicina dio un paso de gigante.
Manuel Dóniz García
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