“Muchos siguen sin querer hablar del franquismo. Admito que igual yo me paso…” reconoce Ángel Viñas, catedrático emérito de la Universidad Complutense, especialista en economía e historia, recibe a Público en su casa, en chanclas y calcetines, con Sobornos. De cómo Churchill y March compraron a los generales de Franco (editorial Crítica) su último libro, sobre la mesa. Estrictamente no es una continuación, aunque sí va en la línea de su anterior publicación, La otra cara del Caudillo, en su cruzada por “dar palos en la calva” de los historiadores que buscan rehabilitar la cara más amable del dictador y convertirlo en un mito. “Que Franco se hizo millonario en la guerra mientras sus soldados morían como chinches es un hecho”, apostilla. Y que Franco quiso llevar a España a la II Guerra Mundial, también. Si finalmente no lo hizo fue porque sus hombres de confianza, en quienes se apoyaba a la hora de tomar decisiones, le convencieron de que no era una buena idea, auspiciados, sin que el generalísimo lo supiera, por el olor del dinero con el que les había untado Gran Bretaña a cambio. “Lo que digo en este libro sobre Franco no lo ha dicho todavía ni Dios”, reclama Viñas. De lo que sí se ha hablado y mucho, para cabreo del autor, es de esa “hábil prudencia” que se le presupone al caudillo a la hora de sacar a España de contiendas. Viñas vuelve a la carga lanzando luz sobre la operación ultrasecreta que se conoce por una serie de documentos desclasificados a los que Viñas da forma de libro.
En él cuenta que, para los ingleses, la neutralidad de España era vital por una razón llamada Gibraltar. “Todavía no era una base inexpugnable y se temía una arremetida española que, de hecho, se estaba barajando”. Ese ataque podría haber estado apoyado por los alemanes —”España sola no podría”—, lo cual implicaría un posicionamiento claro de Franco a favor de las potencias del Eje. Además, la importancia de este territorio era vital para los ingleses, sobre todo por una cuestión geopolítica de control y movimiento en el Mediterráneo.
“Franco estaba pensando en entrar en guerra. Eso está demostrado inequívocamente, la petición se registra en la embajada española de Berlín y los ingleses estaban al loro de esto”. En este punto irrumpe el magnate financiero Juan March, “si no se le ocurrió a él se le ocurrió a algún amigo suyo inglés”: había que comprar a los generales de Franco para que le quitaran la idea de la cabeza. Era junio de 1940 cuando se empezó a perfilar sobornos.
Para los ingleses fue un éxito pese a que costó entre 350 y 1.000 millones de euros
Para los ingleses fue un éxito, pese a que pasó a la historia como la operación clandestina más costosa de todas las que hicieron en la península. Según Viñas habría costado hoy en día entre 350 y 1.000 millones de los actuales euros, un buen puñado de libras de los años cuarenta.
“Había que movilizar rápidamente medio millón de libras. Se pidió autorización a Churchill y en 24 horas la tuvieron”. Con esos fondos se pudo untar a una lista de una veintena de generales y personas de máxima confianza de Franco, de la que solo se conocen unos cuantos nombres, entre ellos, el de su hermano, Nicolás.
Nicolás Franco, un hombre “eminentemente corruptible”
Las presiones para que España no entrada en guerra por parte de Londres fueron de todo tipo. Barreras económicas, contactos diplomáticos, maniobras comerciales… Política “de palo y zanahoria”, eso sí, para evitar echar a Franco en los brazos de Hitler. “La Operación Sobornos fue la última arma y estaba dedicada a aquellos generales muy próximos a Franco de los que se fiaba, a los héroes de la cruzada”.
Nicolás, el hermano mayor del dictador, fue su secretario general durante la guerra. Después lo enviaron de embajador a Lisboa. “Era indolente pero era listo”, además se sabía que era un hombre “eminentemente corruptible”. Otro sobornado fue “un íntimo de Franco”, el ministro del Ejército, el general Varela, conocido anglófilo, junto con el general Antonio Aranda, acusado de conspirar contra el régimen.
‘Sobornos’ fue un paso más allá en 1943: tenía que garantizar que si había una invasión alemana, el ejército español opondría resistencia, lo ordenase Franco o no
La idea inicial de la Operación Sobornos, en un primer momento, era ganar tiempo y que España no entrara en guerra en al menos seis meses, para que les diera tiempo a convertir Gibraltar en esa “plaza inexpugnable” y controlada que necesitaban los británicos. Pero llegó 1943 y el embajador recibe instrucciones de Londres de hacer todo lo posible por continuar los agasajos e incluso ir un paso más allá. La prioridad se vuelca en movilizar a los generales para que, si hay una invasión alemana, el ejército español oponga resistencia, lo ordene Franco o no.
“Eso era más complicado”. Aquí vuelve a entrar en escena Nicolás Franco, quien llama personalmente al ministro del Ejército para aumentar la presión, siempre bajo la promesa del pago bajo manga. Así, Sobornos va cumpliendo diferentes objetivos: ganar tiempo, mantener la presión y al final oponerse a una eventual agresión alemana.
Funcionaba al más puro estilo de los regalos de la Gürtel. “Todas las operaciones de corrupción de este tipo tiene un fondo común”. Además, recuerda Viñas que los ingleses tenían gran experiencia en la práctica del cohecho, que se remonta al siglo XVIII. Incluso en las guerras de Napoleón sobornaban a militares y políticos rusos y austriacos para que plantaran batalla al general francés.
Desmontando a Serrano Súñer. Según un rumor de la propaganda alemana, Ramón Serrano Súñer, cuñado de Franco, recibía dinero italiano. De ahí podría explicarse la admiración que siempre tuvo por Mussolini, de quien llegó a afirmar que fue “uno de los pocos genios que la Historia crea cada dos o tres mil años”. Pero Franco no era Mussolini, aclara Viñas, y no iba a entrar en guerra solo por hacerle un favor a Hitler. “Si hay algo de lo que podemos estar seguros es de que Franco nunca tuvo la intención de hacerse el harakiri”. Su condición para apoyar a los nazis en la contienda era que los alemanes le garantizara posesiones en África, algo que nunca sucedió.
“Este libro ataca a Serrano Súñer porque hay que atacarle hasta que por se fin publiquen los papeles ocultos que guarda algún allegado suyo”
El cuñadísimo era un reconocido germanófilo que empleó sus memorias, con Franco ya muerto, en mostrarse a sí mismo como un hombre prudente que apostó por que España navegara con los nazis solo para asegurar la neutralidad y no meter al país en líos bélicos. Todo mentira. “El lector verá que en este libro se ha procedido a una demolición de la imagen de Serrano porque hay que atacar a Serrano”. Ángel Viñas busca una reacción: “provocar a quien corresponda” para que salgan a la luz los papeles ocultos que todavía guarda algún allegado de Serrano Súñer. Y si con ellos se puede rebatir sus tesis y escribir el “antisobornos”, bienvenido sea. “Busco la verdad documentable, la historia se escribe con documentos, no con mitos”.
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