Publicado en la Revista “Resonancia” del Hospital Universitario de Canarias del mes de diciembre de 2001.
Nuestro personaje nace en la ciudad de Dôle, cerca de la frontera suiza, el 7 de diciembre de 1922. Dotado de gran ingenio para el estudio, el joven Pasteur obtuvo con 27 años el doctorado en Física y Química. Su inclinación no era la docencia sino la investigación y su primer descubrimiento fue la comprobación de que la luz polarizada rotaba al atravesar líquidos de composición orgánica y no lo hacía cuando esta misma luz atravesaba líquidos no orgánicos. Este descubrimiento tuvo gran importancia para facilitar las analíticas en los laboratorios. Posteriormente estudió el fenómeno de la fermentación del vino y la cerveza, comprobando que estos líquidos alcohólicos se estropeaban cuando fermentaban por la presencia de bacterias que se reproducían al igual que los fermentos y emitían ácidos nocivos que estropeaban los caldos. Descubrió que calentando el mosto, se mataban las bacterias indeseables y la fermentación era correcta. Este descubrimiento le llevó a inventar un método para conservar la leche. Este alimento se estropeaba por la acción de las bacterias y de los gérmenes, por ello había que calentarla y con ello los microorganismos eran destruidos y la leche podía conservarse más tiempo, llegando pura al consumidor. Este sistema fue llamado “Pasteurización” en su honor. Pasteur tuvo que demostrar a los escépticos de su época que los gérmenes no se producían por generación espontánea, sino que una pequeña colonia imperceptible en un medio idóneo, se podía reproducir en forma acelerada, invadiendo totalmente un soporte que antes estaba aparentemente limpio. Para ello mantuvo debates con su colega Félix Pouchet, aceptándose su tesis en 1870, dando un gran impulso a la Microbiología. Pasteur mantenía que muchas enfermedades se producían, al igual que ocurría con la fermentación, debido a la proliferación de microorganismos patógenos para el ser humano. Ciertos médicos de su época se tomaban a broma el que unos “bichitos” imperceptibles pudieran matar a un hombre infinitamente mayor que ellos, pero Pasteur demostró que esos “bichitos” podían reproducirse por millones y acabar con un hombre e incluso con un elefante. Como prueba de su teoría, demostró que el carbunco, lamentablemente hoy en plena vigencia era una enfermedad del ganado que empezaba por pocos bacilos que se reproducían en forma pavorosa en un animal o persona infectada hasta matarla. Para evitar este fatal desenlace, Pausteur consiguió inyectar bacilos debilitados a las personas o animales, inoculándolas contra la enfermedad. Fue su primer logro para la Medicina.
Pasteur siguió investigando sobre enfermedades y llegó a desarrollar algunas vacunas contra ellas, ocupándose de la más terrible de su época, la rabia o hidrofobia. Tras investigar la saliva de los animales infectados. Pasteur descubrió que la enfermedad era producida por un virus que atacaba al sistema nervioso central y, partiendo de esta premisa, consiguió atenuar a los virus de la rabia de manera que, inyectando una solución con esos virus, llegó a inmunizar a los pacientes contra esa enfermedad. La rabia hacía tantos estragos en la Francia de su época que Pasteur tuvo ocasión de probar su vacuna en vivo, cuando una madre desesperada le llevó a su hijo mordido por un perro rabioso. El muchacho no contrajo la patología y, partiendo de ese éxito inicial, miles de personas se han salvado gracias a Pasteur. Estos éxitos llevaron a la creación del Instituto Pasteur, dedicado a la investigación de todo tipo de enfermedades, hoy es el centro científico europeo de más éxito. Pasteur murió el 28 de septiembre de 1895.
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