En los años finales de la II Guerra Mundial, el mundo se estremeció cuando Stalin comunicó al mundo que se había anexionado de facto, todos los países que el Ejército Rojo había liberado de la opresión nazi en una carrera que terminó machacando Berlín oriental, del 16 de abril al 2 de mayo de 1945. De esta manera se apropio de Rumanía, Polonia, Yugoeslavia, Hungría Bulgaria, Checoslovaquia y toda la parte oeste de Alemania, ocluida la mentad de Berlín al que se le puso el contradictorio nombre de “Republica Democrática de Alemania”.
En estos momentos comenzó a levantarse una corriente de desconfianza contra el antiguo aliado frente al fascismo y, las noticias de la dura represión empleada para subyugar las voluntades independentistas de los países ocupados, propicio que poco a poco los Estados Unidos, y otros países occidentales comenzaran a tomar medidas contra la Rusia estalinista, provocando a la larga la llamada Guerra Fría y el temor por un enfrentamiento nuclear entre ambas potencias, que acabara con toda la humanidad.
La gente estaba realmente asustada por los avances nucleares y tecnológicos de los soviéticos, y voces interesadas levantaron la noticia de que el mundo occidental estaba plagado de espías rusos que se apropiaban los avances tecnológico-militares y los enviaban a la URSS donde los copiaban y mejoraban.
En los Estados unidos había personajes que explotaban interesadamente estos temores, incrementándolos. El principal que se dedicaba a esta actividad era el senador Joseph McCarthy, que se convirtió en descubridor y acusador de espías al servicio de los rusos. Otro interesado en fomentar este temor era Edgar Hoover, director del FBI y deseoso de espectaculares detenciones y posteriores interrogatorios de peligrosos espías norteamericanos, vendidos a los intereses soviéticos. En 1948 McCarthy propició la creación del Comité de Actividades Antiamericanas del Congreso encabezado por el, Edgar Hoover y otros senadores partidarios de sus intencionadas teorías, Entre ellos desataba uno que tendrá influencias negativas en el futuro, el senador Richard Nixon. Este comité tenía “becada” a una mujer alcohólica y de poca moral llamada Elisabeth Bentley que presumía haber sido la amante de un espía de los rusos y que, por ello, conocía a todos los confidentes de los rusos de Norteamérica, hecho que era falso. Estos personajes interesados generaron tal psicosis a los espías, que todo el mundo los buscaba hasta en la sopa con gran espanto.
Con estos antecedentes daremos comienzo al Caso del Matrimonio Rosemberg:
Todo empezó en Canadá donde, un funcionario de la embajada soviética llamado Igor Gouzenco, recibió noticias de Moscú de que iba a ser trasladado, por ello, acostumbrado a la agradable vida en Occidente, desertó diciendo que tenía documentos que denunciaban a todos los espías soviéticos en occidente Las autoridades canadienses le ofrecieron protección contra los supuestos asesinos del KGB, de los que se ocultaba en público tras una grosera máscara los cuales, supuestamente, le buscaban por traidor y que se movían por Canadá como peces en el agua. Todo era mentira, pero la primera víctima fue un físico británico judío huido del terror desatado por la Alemania nazi y exilado en Gran Bretaña, llamado Klaus Fuchs. Detenido por agentes del M 16, fue torturado y obligado a firmar que era espía ya que de lo contrario le condenarían a muerte y corresponsal de otro físico norteamericano llamado Harry Gold, también judío. Lo único en común que tenían estos presuntos tos espías es que habían trabajado juntos en el proyecto Manhattan en la Universidad de Columbia, que fue el que diseñó las bombas atómicas que se arrojaron sobre Japón, para dar fin de golpe a la II Guerra Mundial, con la rendición incondicional de este país. tanto McCarty como Hoover querían estrechar el cerco sobre un matrimonio de judíos que habían pertenecido al CPUSA (Partido Comunista de los Estados Unidos) en el que, a partir del año 1940, un agente del FBI de nombre Herbert Philbrick se infiltró y dio a conocer el nombre de todos sus afiliados, entre ellos el de Julius Rosemberg, que había participado en Nueva York en un magna manifestación en favor de la II República Española, atacada por los fascistas desde 1936, aunque éste, al conocer la crueldad de Stalin, abandonó dicha militancia. En ese nombre se centraba la diana creada por los descubridores de presuntos espías rusos.
Harry Gold, sometido a fuertes torturas, se declaró espía soviético, declaración buscada por el FBI comandado por Hoover. Este confesó lo que querían sus captores, que recibía información de un mecánico de Los Alamos (donde se hacían pruebas nucleares) llamado David Greenglass, el cual fue detenidos, sometido a terribles torturas y que finalmente confesó lo que le dijeron sus torturadores, que era espía soviético y que pasaba la información que le daba su hermana Ethel, casada con Julius Rosemberg, a Harry Gold
Ya se cerró el cercó que buscaban Mc Carthy y Hoover, que fingieron haberse cubierto de gloria, ya habían conseguido la imputación que buscaban para demostrar por fin el comienzo de una trama de espías soviéticos que empezaba en los Rosemberg y terminaba en Klaus Fuchs, versus la URSS.
Julius Rosemberg era un brillante ingeniero que trabajaba para una prestigiosa firma, casado con Ethel, vivían en Nueva Yorrk y tenían dos hijos todavía niños. Sobre ellos cayó el FBI acusándolos de ser espías soviéticos con pobres e insustanciales pruebas en su contra, sometiéndolos a las habituales torturas para que se confesaran aquella pertenencia, pero esta vez los Rosemberg dijeron que no eran espías y, por lo tanto, no iban a confesarse como tales. Detuvieron a sus vecinos y amigos Max Elicher y a Morton Sobell, los cuales no soportaron las torturas y confesaron, de inmediato, pertenecer a la trama desde que empezaron a torturarlos.
Aunque las pruebas que los acusaban conseguidas por el intrigante tándem McCarthy-Hoover (ambos sospechosos de homosexuales) eran, desde el punto de vista procesal, totalmente precarias, el proceso contra los Rosemberg empezó el 6 de marzo de 1951. Este juicio fue calificado por prestigiosos procesalistas internacionales como una auténtica farsa y los testimonios de los testigos de la acusación eran incompletos y contradictorios. Para mayor inri, el fiscal Irving Saipol fue informado por el el Fiscal General del Estado que: “el caso Rosemberg era una patraña”, pero aún así, el juez Honorable Señor Irving Kaufmann dio por buenas las acusaciones y emitió sentencia condenatoria: Morton Sobel fue condenado a 30 años por haberse declarado culpable, condena que no cumplió en su integridad. lo mismo ocurrió con David Green Glass y Harry Gold, pero el matrimonio Rosemberg fue condenado a la pena capital.
Especialistas afirman que todo el mundo sabía que la trama era una pura mentira y nadie quiso matar a nadie, pero la honradez del matrimonio declarando que no eran espías rusos, complicó las cosas y los Rosemberg esperaban en el pabellón de la muerte que alguien escuchase sus recursos, cosa que no ocurrió. Los hijos de la pareja, Michael y Robert enviaron una carta pidiéndole en balde clemencia para sus padres, escrito que el Presidente Eissenhower se negó a leer.
Millones de cartas y telegramas de todo el mundo pedían el perdón para los acusados a la pena de muerte. De nada sirvieron las peticiones de clemencia de Alberth Einstein, el presidente de la República Francesa Sr. Vincent Auriol o del Papa Pio XII. Sin embargo, nadie conmovió al presidente Dwigt Eissenhower. Incluso la Unión de Repúblicas Socialista Soviética informó oficialmente que no conocía al matrimonio Rosemberg, pero todo fue en balde.
Julius Rosember fue ejecutado en la silla eléctrica el día 19 de julio de 1953 a las 20 horas y seis minutos en la prisión de Sing Sing de Nueva York. Diez minutos más tarde ejecutaron a su esposa Ethel.
Sus hijos quedaron en custodia del, abogado defensor, Sr. Emmanuel Bloch y luego fueron adoptados por la familia Meeropol, hoy son fervientes defensores de las memorias de sus padres naturales.
El senador McCarthy, en su constante búsqueda de espías soviéticos se metió con los militares y el Secretario de Defensa Robert T. Stephens lo puso en total ridículo en una sesión televisada a todo el país. Pronto los ciudadanos conocieron de las mentiras difundidas con respecto a los espías rusos, con la finalidad de engañarlos para que le votaran. Además, se demostró que en aquellos años, la ciencia soviética estuvo más avanzada que la norteamericana y no necesitaron espiar nadie y, una vez que se confirmó que todo había sido mentira, sobre el gobierno y el congreso norteamericano se desplegó una inconmensurable nube de culpa y de vergüenza por haber asesinado a dos ciudadanos valientes y modélicos, los Rosemberg. De poco sirvieron las enormes cantidades que se pagaron a sus hijos como indemnizaciones para acallar las conciencias de aquellos gobernantes que permitieron aquel crimen de estado. El senador Mc Carthy fue expulsado del senado y termino muriendo sólo como un vagabundo, borracho y detestable.
Testigos afirmaron que el glorioso presidente Eisenhower llegó a derramar lagrimas de dolor por la tremenda injusticia que permitió y hasta el momento de su muerte, según sus manifestaciones, le abrumó su conciencia la injusta muerte de aquellos dos valientes ciudadanos norteamericanos de nombre Julius y Ethel Rosemberg.
La pena de muerte existe en muchos estados de la Unión, pero antes de ejecutarla, los jueces extreman su celo hasta lo inverosímil. La sombre del caso Resemberg se proyecta sobre todos los juzgadores norteamericanos.
Manuel Dóniz.
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