Hubo un tiempo en el que España sufrió un bloqueo internacional por haber mandado Franco la División Azul al frente alemán del Este, a combatir contra la URSS, y este acto de beligerancia se tradujo, para los españolitos de a pie en una hambruna sin precedentes en nuestra historia. Sin embargo, en ese tiempo, Franco quedó fascinado por el poder destructivo de las bombas atómicas que los Estados Unidos habían lanzado los días 6 y 9 de 1945 sobre las localidades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, generando una masacre sin parangón en la historia, con un total de 246.000 muertos, lo que obligó a Japón a presentar la rendición sin condiciones.
A partir de ese momento, Franco quiso también disponer de artilugios con un gran poder destructivo, sobre todo para reforzar su hegemonía sobre los países del Magreb. El impulsor para fabricar secretamente esos artilugios fue el general Juan Vigón en un primer momento, siguiendo este impulso el almirante Carrero Blanco.
La independencia de Marruecos en el año 1956 quebró el sueño de hegemonía española en el Magreb, pero no la idea de poder contar con un dispositivo atómico que integrara a España dentro del club de países más poderosos del Mundo. Para fabricar un dispositivo nuclear fue preciso contar con físicos nucleares que el régimen no tenía, pero para paliar esta falta, se quiso contar con el alemán Werner Heisemberg el padre del proyecto de construcción fallido de la bomba atónica nazi, que estuvo en España seis meses, pero poco fue lo que se consiguió. Para intentar un dispositivo atómico, primero es necesario contar con Plutonio, elemento químico básico, desarrollado en secreto por físicos nucleares franceses a sueldo de España. Además, en aquellos momentos, España disponía de una central nuclear, la de Garoña, inaugurada en el año 1970, con lo cual, disponer de uranio, el elemento fisionable, era posible, así que el objetivo de contar con la bomba atómica en breve, nunca había estado tan cerca, pero la firma del tratado de no proliferación de armas nucleares en el año 1968, frenó totalmente el avance del proyecto, siendo olvidado tras el asesinato del almirante Carrero Blanco efectuado por un comando de ETA, el 20 de diciembre de 1973.
Con la muerte de Franco dos años después, ese dictatorial y peligroso proyecto ha sido relegado al olvido.
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