Publicado en la Revista “III República”.
ILEGALIDAD DINÁSTICA DE LA ACTUAL MONARQUÍA ESPAÑOLA
El buen rey Carlos III murió en el año 1788 y le sucedió su hijo Carlos IV, del que decían los cronistas de la época que era absolutamente estúpido, hasta el punto que una vez le dijo a su padre:
-“Padre, los príncipes tenemos la suerte de no poder ser engañados por nuestras esposas, porque siendo ellas también princesas, no les será fácil encontrar príncipes o reyes con los que fornicar”.
Su padre, asombrado por semejante sandez, le dijo:
-“Que tonto eres hijo mío, también las princesas pueden ser putas y acostarse con el más ruin criado de palacio”.
No sabía el Carlos III cuan proféticas eran sus palabras, porque su hijo casó con su prima María Luisa de Borbón-Parma en el año 1765 y mientras él cazaba ciervos, su esposa coleccionaba amantes.
Las crónicas palaciegas de la época hablan de que la promiscua reina había dejado entrar en su alcoba a los siguientes amantes:
Cipriano Portocarrero y Palafox, conde de Teba y de Montijo, quien en su madurez sería padre de Eugenia de Montijo.
Agustín de Lancaster, de origen británico, aunque nacido en Portugal y naturalizado como español, Duque de Abrantes y Capitán General de Barcelona.
Juan Pignatelli, Guardia de Corps.
Luís Godoy, joven Guardia de Corps de gran atractivo físico, que a su llegada a la corte trabó amoríos con la Princesa de Asturias, hecho que cuando llegó a oídos de su suegro, el anciano rey Carlos III, no halló otra solución para preservar el honor de su hijo, el príncipe Carlos que la de mandar a desterrar de la corte al militar adúltero el cual, degradado de su condición de Guardia del Palacio Real, siguió su carrera militar sin volver a pisar las regias estancias.
El último amante conocido de la reina fue Manuel Godoy Alvarez de Faría, hermano del anterior. Joven y apuesto oficial de diecisiete años de edad que ingresó en la Guardia de Corps en el año 1784 y por el que la reina terminó perdiendo, primero la cabeza y después toda su ropa, incluida la interior.
Después de Manuel Godoy y ya casi en la madurez de la reina, se sabe que hubieron otros amantes ocasionales, pero no se conocen datos de sus identidades.
Existe constancia histórica de que la reina María Luisa le reveló a su confesor, Fray Luis de Almaraz, la siguiente demoledora confidencia antes de morir:
–“Ninguno de mis hijos lo es de Carlos IV y, por consiguiente, puede considerarse que la dinastía de Borbón se ha extinguido en España”.
Tremendas palabras, cuya verificación no es imposible, aunque ésta correspondería a la genética forense, previa disposición de restos biológicos del rey Carlos IV (1748-1819), sepultado en el monasterio de San Lorenzo del Escorial y de su hijo Fernando VII (1784-1833), que yace en un sepulcro contiguo al suyo, para poder hacer un cotejo cromosómico a partir de sus ADN, aunque para ello sería necesaria la autorización del actual rey, Juna Carlos II, el cual no daría su permiso para demostrar que no tiene legitimidad dinástica para gobernar España.
Después del desastroso gobierno de Fernando VII, ascendió al trono de España su hija Isabel II, la cual casó a los 16 años con su primo Francisco de Paula, el cual se significó pronto como homosexual, aunque esta realidad se intentó ocultar al pueblo de España, para los madrileños la cosa estaba clara y decían al paso de los monarcas la siguiente cuarteta: “Isabelona, tan frescachona, y Don Paquito, tan mariquito”. La corte de Isabel II se llenó de favoritos y transcendió al pueblo de Madrid la noticia de las francachelas que tenían lugar en el palacio real, hasta el punto de que los hermanos Becquer confeccionaron un libro de viñetas que cuenta los gatuperios reales, cuyo título es “Los Borbones en pelota”. La reina tuvo once hijos, de los que sobrevivieron cinco hijas y un hijo, según cuentan las crónicas de la época, de cada padre el suyo y la paternidad de su único hijo varón, se le atribuye al capitán Enrique Puig Moltó (Cuando se anunció su nacimiento, los madrileños llamaban al infante Alfonso XII Puijmoltejo). Este hijo varón sería el Rey Alfonso XII, padre póstumo de Alfonso XIII (1886-1941). Este rey, cuyo fatal reinado dio paso a la II República, seguida del alzamiento de los militares el 18 de julio de 1936 y la dictadura del general Franco (1939-1975), quien instauró de nuevo la monarquía en España como forma de gobierno, la cual perdura, hasta la fecha.
De todo lo dicho se puede afirmar que la monarquía Borbónica actual es ilegal a causa de dos importantes ilegitimidades sucesivas, la propiciada por la reina María Luisa de Borbón-Parma, cuyo hijo, Fernando VII no lo era del legítimo rey Carlos IV y por Isabel II, cuyo hijo, Alfonso XII tampoco era hijo de legítimo rey consorte Francisco de Asis, sino del capitán Puig Moltó, como afirmamos. Estas dos bastardías le quitan totalmente la legitimidad dinástica a los actuales borbones, que no son descendientes legítimos de los antiguos reyes de España. Por otro lado, Juan Carlos I fue designado rey de España por la “Ley de sucesión de la jefatura del Estado” de 1946 primero y luego, en 1969 Franco le nombró sucesor a la Jefatura del Estado, a título de Rey, por la “Ley Orgánica del Estado” de 1967, presuntamente aprobada por los españoles en un referéndum, por lo que el reinado de Juan Carlos I es ilegal de plano porque una democracia no puede aceptar nombramientos en épocas de dictaduras como legítimas, alegando además su aprobación por referéndums realizados sin las libertades mínimas requeridas, por ello, se aproxima el momento, acuciado además por los gatuperios monárquicos de la corte de Juan Carlos I y de parte de su familia, de todos conocido, en que el pueblo español debe decidir seguir siendo gobernado por esta monarquía cuya institución está viciada, o se busca otra forma de gobierno similar al de la mayoría de las democracias europeas, versus república. En un país con casi seis millones de parados y con otros tantos millones en el umbral de la pobreza, el mantener una monarquía decorativa, es algo demasiado caro que los españoles no nos podemos permitir.
Manuel Dóniz Garcia.
Deja un comentario