HUNDIMIENTO DE LA FRAGATA NUESTRA SEÑORA DE LAS MERCEDES
En aquellos años, a comienzos del Siglo XVIII, de precaria navegación a vela, emprender un viaje desde el puerto de Cádiz hasta el Perú, doblando la Tierra de Fuego por el estrecho de Magallanes y rolando hacia el norte por la costa de Chile hasta llegar al Puerto de destino de El Callao en el Virreinato del Perú, era una meta difícil de alcanzar, donde capitán, pilotos y tripulación tenían que poner en juego todo su saber marinero para alcanzar con éxito la meta prevista.
A principios de 1803, se echó a la mar la fragata “La Asunción”, desde los muelles gaditanos, al mando del jefe de escuadra Tomás de Ugarte, que sería el jefe de la expedición. Al mismo tiempo y del puerto de El Ferrol salieron a la mar otros navíos de la misma categoría de nombre, “Nuestra Señora de las Mercedes” y “Santa Clara”, con cargamentos de “azogue” (mercurio), elemento necesario para obtener la plata del mineral que la poseía, llamado galena argentífera, con el encargo de traer luego toda los metales precisos que pudieran cargar. Se había elegido este tipo de barco a causa de que convenía el uso de navíos ligeros para poder escapar de los ataques piratas del Atlántico. Los navíos arribaron, como estaba previsto al puerto Del Callao, aunque en fechas distintas, en los meses de junio a julio, siendo cargados de minerales preciosos con destino a la Madre Patria, echándose a la mar el convoy de tres bajeles con destino al puerto de Montevideo en el Uruguay. Pero el regreso desde el Perú, doblando por los procelosos estrechos de la Tierra de Fuego, no fue fácil y, a las enfermedades de a bordo se le unieron los temporales y los intensos fríos polares propios de aquellas latitudes en pleno invierno.
Cuando por fin se consiguió alcanzar el puerto de Montevideo, el capitán Ugarte venía gravemente enfermo, por lo que quedó en tierra, mientras que y la fragata Asunción presentaba averías tan importantes que ya no podría navegar más. Este hecho era preocupante puesto que restaba protección a los otros navío, pero además, el puerto uruguayo había una multitud de españoles que ansiaban el regreso a España portando sus riquezas ganadas, por lo que se unieron como tripulación sin tener experiencia para ello. Finalmente, al diezmado convoy se le unió la fragata Fama para reforzarlo. Los barcos se cargaron exageradamente, llevando tres millones de pesos fuertes de plata más un millón de escudos de oro. Finalmente se incorporó otra fragata, La Medea en la que viajaba el brigadier de la expedición de nombre José de Bustamante y la flotilla se hizo al mar.
Pero el cinco de octubre de 1803, avistada ya la costa portuguesa, cuatro fragatas de la Royal Navy, bajo el mando del comodoro Graham Moore, llevó a cabo el ataque más deshonroso de la historia de la Gran Bretaña a barcos españoles, a pesar de que existía la paz entre ambas naciones, cuando ya hacía rato que se navegaba cerca de la costa de Portugal. El combate que se entabló fue llamado con el nombre de el cabo de Santa María, por haber acontecido cerca de ese promontorio. Los barcos españoles, sobrecargados, no pudieron hacer frente a los ingleses. El resultado fue la explosión y rápido hundimiento de la fragata “Nuestra Sra. de las Mercedes”, que se fue a pique con sus tesoros, segando la vida de todos sus tripulantes, cuyas monedas quedaron esparcidas en el fondo del mar. Los barcos restantes se rindieron y fueron conducidos a Gibraltar primero y luego a Inglaterra, donde se apropiaron de ellas y de su cargamento.
El resultado de esta rapiña fueron 269 muertos, 80 heridos, un navío hundido con su tripulación y tres barcos capturados. Para los Ingleses, las pérdidas fueron insignificantes. Una nueva derrota de la armada española, aunque no será la última, pero, este ataque sin motivos que lo justificara fue condenado por la sociedad británica al haberse producido un acto de piratería en tiempos de paz.
Pero a la hacienda inglesa no le hizo ascos al botín porque, aparte de las tres fragatas capturadas, este ascendió a más de tres millones de pesos. Después de diversas presiones, se pagó juna indemnización a los marinos supervivientes de 230.634 pesos, no abonando nada a las familias de los marinos fallecidos.
El pecio submarino de Nuestra Señora de las mercedes fue asaltado de nuevo por otros piratas, la compañía caza-tesoros norteamericana Odyssey Marine Exploration, que accedió a los restos de la fragata, intentando apropiarse de todas las riquezas que contenía. Tras un largo proceso judicial, Desde el 25 de febrero de 2012, el tesoro está en poder de los herederos legítimos, el Patrimonio Nacional del Estado Español, aunque con 213 años de retraso.
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