Al final de la década de los años 30, la Alemania de Hitler estaba en plena efervescencia preparándose para la inminente II contienda mundial que ellos mismos desatarían el día 1 de septiembre de 1931 con la invasión de Polonia.
Hitler estaba frenético, la prueba exitosa de fuego del material de guerra alemán en los frentes de combate de la España nacionalista, empeñada en desalojar a los republicanos, le habían demostrado su eficiencia con la que podría dominar el Continente Europeo en su totalidad. Hacía tiempo que había soslayado las prohibiciones armamentísticas del Tratado de Versalles, pero ahora necesitaba echar a caminar una potente industria de guerra, pero para ello necesitaba oro y cuanto antes. Las autoridades alemanas habían reclamado los depósitos de oro de los bancos alemanes extendidos por todo el mundo.
Alemania había hecho muy buenas operaciones comerciales con Brasil, y las plusvalías de este comercio estaban depositadas en forma de lingotes de oro en el Banco de Alemania, una filial del Dresdner Bank.
Se dispuso un barco mercante, el SS Minden para buscar ese oro que tanto precisaba el III Reich, el cual zarpó de un puerto del Báltico en fecha desconocida, siguiendo una ruta comercial un tanto extraña: primero Durban en Sudáfrica y luego cruzaría el Atlántico hasta Buenos Aires en Argentina para después, desde allí, realizar un viaje subrepticio a un puerto de Brasil, donde estibó en sus bodegas el cargamento de lingotes de oro proporcionado por el Banco de Alemania en la región carioca, disponiéndose a cruzar de nuevo el Atlántico por la parte Norte, rumbo al puerto de origen.
Pero esos movimientos sin sentido no habían pasado desapercibidos para el M5 (servicios secretos británico), cuya sagacidad era legendaria, que pusieron en conocimiento del Almirantazgo tanto los movimientos del SS Minden como su cargamento, por lo que se estableció en todas las rutas posibles de entrada al Báltico, un número desconocido de navíos, previstos para interceptar al barco alemán cuando regresase.
Después de dieciocho días de singladura tras dejar el puerto brasileño, cuando el SS Minden estaba a 200 kilómetros de la costa islandesa, fue interceptado por dos barcos de la Royal Navy, el HMS Calypso y el HMNS Dunedin, que tenían órdenes de apresar al carguero. Cuando el capitán alemán vio su barco en peligro de abordaje inminente, cumplió las instrucciones de su gobierno, echar los botes al agua para el salvamento de la tripulación y explosionar subsiguientemente el barco, minado convenientemente para la ocasión, que se hundió sin que los Aliados capturaran su cargamento
Recientemente, el pecio del SS Minden ha sido hallado por la empresa caza-tesoros inglesa Adanced Marine Service, que accedió a los restos de este barco y ha recuperado de su interior lingotes de oro por valor 130 millones de dólares, pero el hecho de que los restos de este navío alemán de la II Guerra mundial aparecieran en aguas jurisdiccionales islandesas, ha abierto un contencioso para determinar quién es el verdadero dueño de este tesoro.
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