DESCUBRIMIENTO DE LA VACUNA ANTIVARIÓLICA POR EDWARD JENNER

Publicado en la revista HUC del Hospital Universitario de Canarias en el mes de mayo de 2007.

Vino al mundo en el pueblo inglés de Berkeley el 17 de mayo de 1749. Su padre era pastor protestante e ilustrado y como tal lo educó en el amor a las ciencias ., Fascinado por la medicina, inició su formación a la temprana edad de 13 años en la clínica del cirujano Dr. Daniel Ludow,  en la localidad de Soadbury. A los 21 continuó su formación en el Hospital de Saint George, como discípulo el Dr. John Hunter, con el que hizo amistad. Aparte de los estudios de medicina, se interesó por la botánica y la zoología, hasta el punto de que se le ofreció un puesto de naturalista en la expedición al Pacifico del capital Cook, pero él prefirió dedicarse a su profesión de facultativo en su pueblo natal. En 1788 casó con Catalina Kingscoke, la cual resultó ser una magnífica ayudante.

En aquellos años, la viruela era una epidemia de gran morbilidad que azotaba a toda Europa. Jenner, gracias a su capacidad de observación, pudo comprobar como los campesinos que ordeñaban vacas desarrollaban unas leves fiebres cuyo origen estaba en el contagio de sus manos con unas pústulas que generaban los animales en sus ubres. Esta patología era conocida con el nombre de “vacuna” y existía la creencia de que, quienes la padecían, no eran afectados después por la viruela. Jenner tenía constancia de que en  1768, un ganadero llamado Benjamin Jesty, había infectado a su esposa e hijos con material purulento procedente de una vaca y, aunque la enfermedad causó numerosas víctimas en su pueblo, ellos no la padecieron. Basado en aquellas experiencias hizo un estudio exhaustivo y en 1788, comunicó a, los círculos científicos británicos su propósito de propagar la infección vacuna entre los individuos que lo quisieran para protegerlos de la viruela, pero los facultativos londinenses se rieron de él. El Dr. Rowely llegó a publicar unas caricaturas en las que se veía un niño con cabeza de vaca. Los clérigos publicaron desde sus púlpitos que la vacunación era anticristiana.

En 1976, Jenner transfirió pus de las pústulas de las manos de una joven lechera al niño James Philip, mediante una incisión en su brazo. La infección prendió y se le formó al infante una pústula que se le secó al poco tiempo. Seis semanas después, inoculó al chico material infectado con la viruela humana y no padeció la enfermedad. Continuó experimentando hasta llegar al conocimiento de que, transmitida la enfermedad de un ser humano a otro, el material purulento no perdía capacidad de inducir inmunidad. Con estos resultados publico en 1798 un libro titulado “Investigación sobre las causas y los efectos de la vacuna contra la viruela” que extendió el método de vacunación Jenner por toda Europa, aunque en su país la ciencia médica mantenía reticencias sobre la eficacia de su descubrimiento. Sin embargo, por la consulta de Jenner pasaron cientos de pacientes sin recursos económicos para que él los vacunara, haciéndolo en forma gratuita, demostrando con ello su naturaleza generosa. En 1923, con motivo de visitar a un enfermo repentinamente paralítico, quedó afecto de la misma patología, falleciendo al día siguiente, probablemente contagiado de poliomielitis.

La obra de Jenner puede ser valorada cuando se constata que en los años anteriores a su descubrimiento, en Francia morían al año de viruela 15000 personas, en Alemania 72000 y en Rusia la cifra ascendía a 200000 fallecidos. Edward Jenner está considerado como el padre de la inmunología y benefactor de la humanidad, por ello, a cualquier inoculación que se haga en relación con una enfermedad, al elemento inoculante se le sigue llamando “vacuna”, en honor a su descubridor.

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