El escritor Fernando Sánchez Dragó, con motivo de la publicación de su libro “Muertes paralelas” en el que establece cierto paralelismo entre la muerte de José Antonio Primo de Rivera, fjundador del partido de corte fascista “Falange Española” y su padre Fernando Sánchez Monreal, un periodista de familia republicana y socialista que era de ideología de derechas, lo cual no fue óbice para que fuera fusilado en los primeros meses de la caída de Madrid, acusado equivocadamente de marxista.
Con estos prolegómenos, Sánchez Dragó ha escrito su libro en el que defiende la figura de José Antonio Primo de Rivera al que define en el fondo como un marxista, haciendo una exégesis de su doctrina contenida en sus escritos y en el ideario de Falange, los 27 puntos programáticos o su ideario de intenciones. Con esos planteamientos, no es de extrañar que el partido actual “Falange Autentica”, le haya abierto las puertas de su casa de par en par. Sánchez Dragó ha escrito que “José Antonio es un gran desconocido que no dejó una obra acabada, sino que legó un pensamiento vivo y en marcha. Añadió que desde un punto de vista literario es un personaje atractivo y con misterio”.
Muchos discrepamos de esta entusiasta definición del fundador de “Falange Española”, partido que Francisco Franco hizo desaparecer el 19 de abril de 1937, por medio de decreto en virtud del cual, Falange Española y Requetés se integraban en una sola entidad política denominada Falange Española Tradicionalista y de las JONS bajo la su jefatura única y suprema. El presidente Manuel Hedilla Larrey se opuso y fue condenado a muerte, conmutándole la pena capital por su reclusión casi vitalicia.
Sin embargo, esas gratuitas presunciones de Sánchez Dragó se apartan totalmente de la verdad en lo referente a la biografía de José Antonio Primo de Rivera, y no es sino un intento más de dulcificar y desvirtuar la historia, maniobra de la derecha recalcitrante española que busca desvirtuar las responsabilidades históricas que competen a cada miembro dirigente del golpe de estado, propiciado contra la II República, con el alzamiento de los militares primero contra la legalidad republicana y con las subsiguientes matanzas y masacres durante la subsiguiente Guerra Civil (1936-1939) y años posteriores.
No señor, José Antonio Primo de Rivera no fue ese ser glorificado por Sánchez Dragó y, desde luego, no fue una víctima de la II República, sino más bien, su muerte fue obra de actitud ilegal contra el gobierno republicano, legalmente establecido por soberanía universal. Diga usted, Sr. Sánchez Dragó la verdad sin ambages, que José Antonio Primo de Rivera, fue juzgado y sentenciado a muerte por un tribunal competente en Alicante el 20 de noviembre de 1936, por los delitos de rebelión y conspiración militar contra el gobierno de la II República. Delitos que quedaron claramente probados y que se atemperaban a esa sentencia contenido en la legislación penal de la época. Todo lo demás que usted diga sobre este personaje histórico, no se ajusta a la verdad.
Jose Antonio Primo de Rivera Participó en el alzamiento monárquico de Sanjurjo el 10 de agosto 1932, que falló estrepitosamente con la condena de los responsables que se significaron y la expulsión del ejército y exilio en Portugal del ex general José Sanjurjo Sacanell.
En 1933 viajó a Italia y a Alemania para entrevistarse con Mussolini y con Hitler, de los que consiguió apoyo económico y armas para el golpe militar que se estaba preparando.
José Antonio Primo de Rivera creó junto a Julio Ruiz de Alda el Movimiento Español Sindicalista, embrión de la futura Falange Española, movimiento político de carácter fascista que, como tal, nació impugnando los métodos democráticos y que defendía un Nuevo Estado de carácter totalitario y corporativo (expresado en la consigna del sindicalismo vertical).
Falange Española fue fundada en el Teatro de la Comedia de Madrid, el 29 de octubre de 1933. En el Manifiesto Fundacional defendía que era imprescindible legitimar el ejercicio de la violencia, «la dialéctica de los puños y las pistolas», para propiciar un Estado autoritario. Desde que se creó, la Falange se dedicó al empleo sistemático del terrorismo, que aumentó durante el segundo bienio. Desde su creación, este partido fascista por propia declaración de principios, empleó un lenguaje violento, no dudando utilizar la provocación y al asesinato de cuantos republicanos se le pusieron a tiro.
Los falangistas asesinaron al ex director general de Seguridad y fundador del Comité Nacional de Acción Republicana, Manuel Andrés Casaús, uno de los impulsores de la proclamación de la República en Éibar; también al periodista santanderino Luciano Malumbres. Por parte de la derecha, el primer asesinato fue el de Juanita Rico, una costurera miembro de las Juventudes Socialistas. La Falange cometió también el atentado contra el catedrático de Derecho Jiménez de Asúa, en el que resultó muerto su escolta. A estos crímenes se les unieron ataques armados continuos a las Casas del Pueblo socialistas y a los dirigentes sindicales. Pero de no haber sido por la actividad terrorista que fue en aumento durante todo el periodo republicano, la Falange no hubiera tenido ninguna relevancia política, como se demostró en las elecciones de 1936, donde sólo obtuvo 44.000 votos en toda España.
El 14 de marzo de 1936, Primo de Rivera fue detenido por la policía y fue ingresado en la cárcel Modelo de Madrid por posesión ilícita de armas y posteriormente, el 5 de junio, fue trasladado a la de Alicante. Desde la cárcel, favorecido por un relajado régimen de visitas, dirigió a la Falange tratando de llevar la iniciativa en la insurrección. A finales de abril redactó una carta dirigida a los oficiales del ejército que se distribuyó el 4 de mayo. En ella se hacía un llamamiento a la sublevación:
“Ha sonado la hora en que vuestras armas tienen que entrar en juego para poner a salvo los valores fundamentales… A partir de mayo de 1936, mantuvo correspondencia con el general Mola, el principal ideólogo junto con Franco del levantamiento contra la II República. En una carta que Primo de Rivera le hizo llegar a Pamplona,le ofertó 4000 falangistas disponibles desde el primer día del alzamiento. El 29 de junio le envió nuevas circulares, ahora sí, apoyando la insurrección. Una, destinada a la primera línea de Madrid, hacía un llamamiento para estar preparados ante el instante decisivo: Y otra, destinada a La Jefaturas Territoriales, para que se pongan a disposición de los mandos militares en la sublevación. El 13 de julio mandó otra carta a Mola en la que le pedía acelerar la sublevación. José Antonio Primo de Rivera, el 17 de julio, redactó un manifiesto en el que expresaba la participación sin reservas de la Falange en la rebelión.
El juicio contra José Antonio comenzó el 3 de octubre, la vista oral se celebró el 16 y 17 de noviembre y fue condenado a muerte por conspiración y rebelión militar, que se ejecutó el 20 de noviembre. Ganada la guerra por las tropas facciosas, el nuevo régimen homenajeó a José Antonio y a sus familiares y partidarios, organizando el traslado de sus restos al Escorial primero y al Valle de los Caídos después, en el más extravagante sepelio que jamás se hubiera visto en España. Su ataúd fue llevado, a pie, en hombros de falangistas, desde Alicante hasta el Escorial, en una interminable procesión, día y noche, iluminada por antorchas, que duró dos meses. Cuando se construyó el Valle de los Caídos, Franco ordenó su exhumación y traslado al nuevo monumento.
Su muerte fue silenciada durante los dos años siguientes, llegándosele a conocer como «el ausente». La figura del mártir, ampliamente explotada en los años siguientes, resultaría a Franco más beneficiosa que si se hubiera mantenido con vida, cuestionándole la jefatura del Estado. los investigadores piensan que José Antonio Primo de Rivera no llegó a alcanzar una significativa influencia política mientras vivió y sólo contribuyó negativamente a acelerar el desastre español. Su fama y apoteosis sólo llegaron de modo póstumo y muerto, llegó a ser objeto del más extraordinario culto al mártir de toda España contemporánea, lo que, según opina el hispanista norteamericano Stanley G. Payne, “La muerte de José Antonio le ha garantizado una posición, un estatus y un papel que nunca podría haber conseguido en la vida real”:
Por lo tanto, no estamos en absoluto de acuerdo con Sánchez Dragó que a este personaje se le den rendir los mismo honores que se merecen las víctimas de la dictadura que emergen en estos momentos de sus fosas en las cunetas y descampados después de casi ochenta de desaparición por parte de sus verdugos fascistas. Muchos conocedores de la historia reciente de España nos avergonzamos de esos intentos de prostitución de la historia por parte de algunos historiadores de pluma mercenaria que deshonran los hechos de la Historia en esta democracia trasvertida en la que vivimos y donde un determinado grupo político trasnochado demuestra que son los herederos de la barbarie a la que son incapaces de condenar sin darse cuenta de que el fascismo ya no se lleva ya que, incluso en Alemania, cuna del nazismo, en donde a nadie se le ocurre equiparar a sus verdugos, condenados en el juicio internacional de Nüremberg con sus víctimas, como se atreven a hacer en España algunos plumíferos como Sánchez Dragó.
Otros propagandistas falsifican del mismo modo la triste historia española, para deshonra tanto de los que de este modo la están infamando como de quienes lo publican y lo consienten. Sería imposible que en Alemania se comparara a las víctimas del nazismo con sus verdugos, que fueron ejecutados tras el juicio de Nuremberg.
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No comentais nada del documento de mayo del 36, conservado en la Biblioteca Nacional en el que ordena la expulsion inmediata de cualquier camarada que apoye el Movimiento Nacional , ni comentais donde localizar los manuscritos done decis que apoyaba la insurreccion…un saludo de un joseantoniano( de acuerdo conque no fue una victima, fue un muerto mas, otro español mas asesinado…) Un saludo