Publicado en la revista TENERIFE WEEK
EL NAUFRAGIO DE LE MEDUSE
Eran tiempos de restauración en Francia, durante el corto reinado de el rey Luis XVIII, del puerto francés de Rochefort, partió una expedición a África en la que viajaba el nuevo gobernador del Senegal junto a su familia, el personal administrativo que le acompañaría en su misión y un batallón de infantería de marina. El objetivo de aquel viaje era tomar posesión de la colonia africana que Inglaterra había restituido recientemente a Francia. Para acometer aquella misión protocolaria eligieron la mejor fragata de la marina gala que representase adecuadamente a la nación gala en aquel brillante acontecimiento, de nombre Le Meduse, que sería acompañada por otras tres naves de apoyo, la corbeta Écho, el bergantín Argus y el transporte Loire.
La flotilla real abandonó puerto francés de Rochefort el 17 de Junio de 1816,con destino al de San Luis en Senegal. El mando de Le Meduse lo detentaría Hugues Du Roy de Chaumereys, un aristócrata que, tras la caída de Napoleón Bonaparte, se hizo capitán de mar y de guerra en los despachos, en los salones y en los bailes de oficiales en el exilio de Inglaterra, por ello era un incompetente. El navegante era un ex prisionero de los pontones del Támesis, un tal Richefort, el único que tenía alguna experiencia marinera y que intentará influir, con poco éxito sobre el capitán, lerdo en el arte de navegar. Las instrucciones eran bien claras, después de hacer escala en Santa Cruz de Tenerife y, tras doblar la península de Cabo Blanco (Mauritania), debían tomar precauciones por los peligros conocidos de navegación en la zona. De pronto, la nave capitana, sin razones que lo justificaran, decide navegar a todo trapo, dejando atrás a los barcos que lo acompañaban. La corbeta Echo, le sigue a poca distancia, enviándoles señales luminosas de precaución que no fueron escuchadas. A pesar de de la cercanía de un banco de arena, la nave comandada por Du Roy, seguía con su velocidad constante. Ante la peligrosa situación, el alférez Maudet, horrorizado, se dispuso a sondear la profundidad, suplicando que disminuyeran la velocidad de la nave ante la carencia de fondo. Alguien con el juicio suficiente, aminoró la velocidad, pero el capitán Du Roy, tomó el mando con gran soberbia y, aunque sólo habían seis brazas de profundidad y metidos de lleno entre los bancos de arena, todos le escucharon con gran espanto desde el castillo de popa, la voz de aquel inepto capitán gritando alegremente: ¡todo a estribor, toda vela!. Y llegó lo inevitable, la fragata encalló en el banco de Arquin (que se encontraba posicionado perfectamente en las cartas náuticas de la época), naufragando incomprensiblemente en un día de buena visibilidad y con la mar en calma. Era un 4 de Julio. A merced del viento, tras el accidente, comenzaron a aligerar la nave, para permitir que el casco aflorase a superficie y lo consiguieron. Una esperanza de salvación corrió como la pólvora la cubierta. Pero sucede que en esas aguas costeras del Sahara abiertas al Atlántico, suele predominar una mar de fondo de Poniente, de manera que cuando la Meduse flotó en superficie, las grandes olas la empujaban hacia el levante. Estaban atrapados. La nave se adentró aún más en la extensión del banco de arena. Desde aquel momento, comenzaría la tragedia.
Tras los intentos desesperados de desencallar, se produjeron la entrada de las primeras aguas en el casco de la fragata, rompiendo los remaches de hierro y dejando a la nave sin timón. Estaba claro que aquello se hundía y, todos los que iban a bordo, se hallaban en peligro. Tomando consciencia de la situación, el capitán ordenó el abandono del barco en un sálvese quien pueda. Ahora faltaba designar quienes escaparían en primera instancia porque no todos cabían en los botes salvavidas. El capitán, junto a sus oficiales eligieron en secreto a los privilegiados que se salvarían, principalmente las personas influyentes que iban a bordo. A los soldados y a las personas sencillas les tocó la peor parte, como siempre suele ocurrir y, mientras, los privilegiados abandonan el barco, la marinería y la tropa silba y abuchea al cobarde capitán . Por su responsabilidad habían embarrancado en aquel maldito lugar, pero ahora escapaba, abandonando a las víctimas de su ignorancia. Du Roy fue incluso mendaz cuando tuvo que rendir responsabilidades ante un tribunal, afirmando: Los que se quedaron en la nave, lo hicieron para hacer pillaje de la misma.
Aproximadamente, 150 personas personas quedaron abandonadas a su suerte y su única posibilidad de supervivencia estaba en construir una balsa con elementos extraidos del barco. Una vez fabricada, la abordaron 147 supervivientes con unos pocos víveres y 5 barricas de vino y 2 de agua. Con el paso de los días, embriagados por el vino, la única bebida que les quedaba, enloquecieron por la desesperación y el espectáculo que se vivió entre aquellas frágiles tablas, fue dantesco. En los días en los que estuvieron a la deriva sin alimentos, los fuertes mataron a los débiles para ocupar un puesto seguro en la balsa e incluso llegaron al canibalismo. Después de 13 días a la deriva fue encontrada la balsa y rescatados los supervivientes por el bergantín Argus.
El joven pintor Théodore Géricault, de 27 años de edad, se hizo famoso cuando presentó su gran obra, La balsa de La Meduse, plasmando una escena del naufragio propia de una tragedia griega, que sirvió al romanticismo, para tomar el pulso a través de la razón, de la emoción y el patetismo humano.
By Manuel Dóniz.
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