Publicado en, la revista TENERIFE WEEK
PRUEBAS NUCLEARES EN EL ATOLÓN DE BIKINI Y COREA DEL NORTE. ANTES Y AHORA, LA ESTUPIDEZ HUMANA ELEVADA AL INFINITO
Los efectos de las tres bombas nucleares iniciales de la historia, explosionadas sobre la superficie terrestre fueron deplorables. La primera, de nombre “Trinity”, fue la demostración inicial del poder destructivo de los ingenios atómicos, disparada en Alamogordo, Estado de Nuevo México, fue la culminación del Proyecto Manhattan, el cual permitió construir con posterioridad las bombas atómicas lanzadas sobre las localidades niponas de Hiroshima y Nagasaki, las cuales causaron la muerte a más de cuatrocientas mil personas, finiquitando de golpe la II Guerra Mundial con la rendición incondicional de Japón.
Recién concluido el conflicto universal, se instauró el periodo conocido como Guerra Fría, que significó un pulso constante entre las potencias de Estados Unidos y la Unión Soviética. Para demostrar el poder militar norteamericano sobre sus enemigos, el presidente Truman autorizó una misión de la armada que se refería a experimentar los efectos de una explosión nuclear en el centro de una flota naval en el océano. Se designó para las siguientes deflagraciones, el Atolón de Bikini, alejado del tráfico marino habitual, en las Islas Marshall, posesión española hasta el Siglo XIX, fideicomiso en aquel momento, de los USA. Inicialmente, tuvieron que expulsar a los 167 nativos habitantes del lugar a otras islas del Pacífico, constituyendo estos la primera población deportada a causa de experimentos nucleares. Los efectivos para realizar la prueba ascendieron a: 42.000 hombres, 242 barcos y 156 aviones.
Anteriormente, la marina de guerra de los USA, había concentrado en el lugar, alrededor de cien viejos barcos, destinados al desguace, entre ellos, el acorazado japonés Nagato y el crucero germano Prinze Eugen, trofeos de la pasada guerra, además del portaviones Saratoga y los acorazados Pennsylvania, New York, Arkansas, Nevada y otros, fuera de servicio. Para estudiar los efectos de la radiación en seres vivos, fueron tan crueles que hicieron “tripular” los navíos por 5.400 cabras y cerdos.
El día 1 de julio de 1946, un bombardero B-29 lanzó la primera bomba sobre el atolón, de nombre “Able” a las 8,45 horas de la mañana y sólo 5 de los 100 buques concentrados se fueron a pique, pero, como consecuencia de la tremenda explosión, murieron un 10% de los desafortunados animales, quedando malheridos al resto.
El 25 del mismo mes fue lanzada una nueva bomba, de nombre “Baker”, que estalló a 27 metros de profundidad, hundiendo en el centro del atolón a casi toda aquella fantasmagórica flota, con los ulcerados animales a bordo. Estaba previsto arrojar otro artefacto, pero la elevada contaminación radiactiva lo hizo desaconsejable.
No satisfechos con la destrucción provocada, ocho años después, un 1 de marzo de 1954, casi a las 7 de la mañana, se lanzó sobre Bikini, otra bomba termonuclear de hidrógeno de 15 megatones llamada “Castle Bravo”, la cual formó una bola de fuego que ascendió 100 kms y una nube en forma de hongo de más de 7 kms de altura. La explosión formó un cráter de 75 metros de profundidad, resultando pulverizadas tres islas con la barrera de coral. A la hora de consumada la brutal explosión, a 30 kms de distancia, el polvo de coral cargado de radiación cayó sobre los barcos y personas que no se pusieron a cubierto. A 200 kms de distancia del atolón de Bikini, el polvo radiactivo alcanzó a varias islas pobladas, las cuales, aunque fueron evacuadas con premura, muchos nativos portaron consigo el estigma de las afecciones propias para el resto de sus vidas.
Los tripulantes del barco pesquero japonés Fukuryu Maru, faenando a 40 millas náuticas de la zona de exclusión de la explosión nuclear, fueron cubiertos de un extraño polvo blanco. Los marinos limpiaron con sus manos la cubierta, ignorando que se trataba de un polvo de coral altamente radiactivo y, de inmediato, comenzaron a sentir náuseas y quemaduras. Intentaron huir de la superficie contaminada, pero sus motores eran lentos por lo que estuvieron expuestos a la radiación muchas horas. Cuando llegaron a su puerto base, fueron ingresados en hospitales de Tokio, falleciendo 10 de ellos, acarreando los restantes una existencia dolorida, el resto de sus vidas.
La radiación generada por la bomba “Castle Bravo” llegó a Australia, Japón, India e incluso Europa.
Después de estas brutales explosiones, la zona de exclusión radiactiva de Bikini se aumentó en una superficie de 570.000 kilómetro cuadrados, equivalente al 1% de la superficie total del globo terráqueo y los nativos jamás pudieron regresar a su tierra.
Como podemos afirmar con los recientes “experimentos nucleares” de Corea del Norte, los actos de la estulticia humana, ayer y hoy son tan colosales, que llegan a atentar contra el género humano y su entorno natural, para conseguir objetivos tan estúpidos como asustar a sus contrarios.
By Manuel Dóniz García
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