Publicado en mi muro de Facebook
En aquel lunes de noviembre nada hacía presagiar lo que ocurriría. Por la mañana, la Agencia Estatal de Meteorología avisaba de la llegada del fuerte viento pero la gente estaba tranquila. Los chicharreros afrontaban sus tareas cotidianas con normalidad, pero cerca de las 8 de la tarde, la tormenta Delta se presentó con tal virulencia que el temor se apoderó la población.
Tal día como hoy celebramos el décimo aniversario de aquella catástrofe en la que el viento ,llegó a soplar a una velocidad de 147 kilómetros por hora, dejando a la isla sumida en el caos y la oscuridad y la gente aprendió a tomarse en serio al hombre del tiempo.
La cola de la tormenta Delta llegó a Canarias desde el Caribe y el Gobierno de Canarias se tomó muy en serio el aviso, advirtiendo a la población que no saliera de sus casas y que evitara trayectos largos. Como el anunciado fenómeno meteorológico adverso no aparecía por ningún lado, la gente se tomo un poco en broma tan dramático aviso, pero, de repente las temperaturas subieron inexplicablemente y desde mi terraza, con la brisa racheada caliente, llegó un inexplicable olor como a frutas tropicales, esos hechos inexplicables fueron la carta de presentación del Delta.
El viento sopló con especial virulencia en la cumbre, donde se llegaron a registrar 200 kilómetros por hora, pero esa velocidad no se separaba tanto de los 147 kilómetros de media que azotaron el resto de la Isla. Zumbidos atronadores, ramas volando, coches estacionados dando tumbos en las calles, lo que obligó a que, todo el que pudo, se puso a cubierto, aunque no todos tuvieron la suerte de llegar a sus casas, ya que hubieron varios centros comerciales que tuvieron que cerrar sus puertas con los clientes que quedaban dentro y sus trabajadores, los cuales pasaron la noche como pudieron.
El Aeropuerto Tenerife Norte se convirtió en improvisado hotel ya que, entre otros, cuatrocientos pasajeros no pudieron embarcar y tuvieron que pasar la noche en la terminal. Muchos protestaron por el trato recibido sin darse cuenta del talante de la situación. La alcaldesa entonces de La Laguna, Ana Oramas dio la alarma de que los cuatrocientos pasajeros se habían quedado sin cenar, lo que hizo que alguien se solidarizara con la situación enviándoles alimentos en medio del temporal.
Esa noche, la pasamos todos sin luz y al día siguientes nos enteramos de que los vientos habían echado por tierra varias torres de luz, produciéndose un apagón general en toda la isla que protagonizó las noches de los día siguientes.
Los valientes que se habían comprado un piso en la primera Torre que se construyó en Santa Cruz, bajaron aterrorizados a la primera planta donde pasaron la noche porque las alturas del edificio, el viento lo cimbrear como un junco. Pasaron una noche de terror ya que las placas de revestimiento del edificio, fueron arrancadas parcialmente, produciendo un gran estruendo al caer sin que ellos supieran cual era la causa de aquel ruido porque las tinieblas impedían saber lo que pasaba
En el entonces mi centro de trabajo, el Hospital Universitario de Canarias, las pacas de la torre del helipuerto volaron, así como los cristales. Aparte de estos estragos, se rompieron los cristales de algunas plantas de hospitalización y en viento circulaba endemoniado por doquier llevando toneladas de tierra y objetos de variada condición. Los pacientes tuvieron que ser realojados en los pasillos y como pudieron. Fue una noche terrible para los ingresados y para los trabajadores que tuvieron que trabajar como negros. Al día siguiente le toco al servicio de limpieza desalojar las toneladas de suciedad que el viento huracanado transportó.
La población pasó del miedo nocturno a la más absoluta de las tristezas al amanecer del día siguiente. Con la luz del sol, y aún con la amenaza de la fuerza del viento, tocaba.
Afortunadamente no hubieron desgracias personales, pero los daños del Delta fueron cifrados en 108 millones de euros. Pero el verdadero daño se produjo, como ocurre siempre, en la agricultura con invernaderos arrasados y cosechas perdidas, por lo que los agricultores solicitaron la declaración de zona catastrófica, teniendo que disponer el Gobierno de Canarias partidas económicas importantes para ayudar a los más damnificados
Se conoció la causa del apagón, los fuertes vientos echaron al suelo 30 torres del tendido eléctrico, lo que dejó sin suministro prácticamente a toda la Isla. La electricidad se recuperó enseguida en algunas zonas, pero en otras tardó en restablecerse hasta nueve días con los subsiguientes perjuicios para el pequeño y mediano comercio que no tenían grupos electrógenos de emergencia, estropeándose los alimentos que necesitaban congelación, lo que dio lugar a protestas y reclamaciones, pero lo peor fue cuando se restableció la deseada energía eléctrica, la cual llegó con tal subida de intensidad que quemó miles de aparatos y electrodomésticos,. las reclamaciones llovieron sobre UNELCO, pero esta empresa declinó pagar ni un céntimo. En mi casa se me averió el televisor principal, un aparato de vídeo y la nevera, el diagnostico general fue: avería en las fuentes de alimentación por sobrecarga en la red, reclamado a la empresa eléctrica, declinaron págame las reparaciones, las cuales finalmente me abonó mi compañía de seguros, la cual demandó a la eléctrica que le tuvo que pagar después de emitida sentencia condenatoria.
Esto fue lo que pasó por culpa del dichoso Delta y, como ocurrió, así se los he contado
Deja un comentario