Hoy se cumplen 40 años del trágico accidente que se llevó a Evangelina Sobredo, más conocida como Cecilia. Nació ésta en Madrid el 11 de octubre de 1948 en una familia de posibles ya que su padre era diplomático de carrera. En aquellos años de la dictadura, la música era lo más importante para la juventud, con permiso, claro, de la Policía Político Social” y del Tribunal de Orden Público, que citó a Cecilia en el año 1973 por culpa de la letra de una canción (así se las gastaban entonces), titulada “Un millón de sueños”. El TOP creía que esa cifra olía demasiado a crítica al gobierno de Franco, aunque después Gironella publicó una novela casi homónima, “Un millón de muertos”, que también se editó ese año, aunque con él no hubieron suspicacias porque era un hombre del “régimen”.
Pero Cecilia (Evangelina Sobredo en su DNI), manifestó que sus versos se referían al conflicto de la Guerra de los Seis Días que ella había vivido en Jordania, donde entonces residía como hija del embajador español en aquel país.
No, Cecilia no era una cantante protesta, aunque en aquellos años podía ser protesta ponerse un suéter rojo, o llevar pantalón vaquero. Cecilia ya era entonces, tres años antes de su desaparición, mucho más que una joven promesa de la canción española.
Era hija musical de Simon y Garfunkel y su nombre artístico lo tomó de la famosa canción del dúo norteamericano. Sus canciones “Dama Dama” y “Nada de nada”, todavía suenan en los oídos de los que la escucharon cantar, así como “El ramito de violetas”, canción romántica donde las haya. Representó a España en el festival de la OTI con su canción “Amor de medianoche”.
Desde sus inicios como cantante profesional, Cecilia conjugó la calidad y la comercialidad. Sus románticas y melodiosas canciones hicieron vibrar la fibra sensible del espíritu de sus auditores, así como la soledad, el desamor, la rebeldía, el desarraigo, que la hicieron escribir versos peligrosos en la época como este: “Soldadito de plomo, no es el colmo que tengas que morir por un general de madera”.
Cuarenta años después pueden escucharse de nuevo estas canciones como un ejercicio de nostalgia, aunque los de entonces no somos los mismos, porque éramos mucho más jóvenes como el que escribe, que entonces tenía 23 abriles. Descanse en paz Cecilia y viva eternamente en el alma de los que tengan la suerte de escuchar su voz, a través de sus oídos.
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