CLARA CAPOAMOR, DISCURSO

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Tal día como hoy, uno de octubre de 1931, hace ya 84 años la diputada de Madrid por el Partido radical, la que había sido la primera mujer abogado de la historia de España,  Clara Capoamor, fundadora del partido de la Unión Republicana Femenina, pronunció en las Cortes esta importante intervención sufragista a favor del derecho a voto de la mujer que todos los demócratas debemos recordar y celebrar, ya que gracias a su encendida defensa en las Cortes, las españolas pudieron votar por primera vez en las elecciones generales de 1933, aquellas que le dieron la presidencia de la II República a Niceto Alcalá Zamora, del Partido Reformista.

No había sido tarea fácil conseguir de los políticos de la época  incluir a las féminas en la opción democrática ya que pensaban que ellas eran seres incapaces e irracionales. Convencer a aquellos hombres machistas y desconsiderados con la mujer de que esta tenía la misma capacidad del hombre para elegir a sus gobernantes no fue tarea fácil y si se logró, se le debe agradecer a la nombrada Clara Campoamor, la cual pronunció un brillante discurso en el Congreso del que he rescatado los mejores fragmentos que demuestran su brillante elocuencia:

          ¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres den señales de vida por la República se les concederá como premio el derecho a votar? ¿Es que no han luchado las mujeres por la República? ¿Es que al hablar con elogio de las mujeres obreras y de las mujeres universitarias no está cantando su capacidad? Además, al hablar de las mujeres obreras y universitarias, ¿se va a ignorar a todas las que no pertenecen a una clase ni a la otra? ¿No sufren éstas las consecuencias de la legislación? ¿No pagan los impuestos para sostener al Estado en la misma forma que las otras y que los varones? ¿No refluye sobre ellas toda la consecuencia de la legislación que se elabora aquí para los dos sexos, pero solamente dirigida y matizada por uno? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad? Y ¿por qué no los hombres? ¿Por qué el hombre, al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y han de ponerse en un lazareto los de la mujer?

Aparte de lo dicho exigió respeto para la mujer:

          Pero, además, señores diputados, los que votasteis por la República, y a quienes os votaron los republicanos, meditad un momento y decid si habéis votado solos, si os votaron sólo los hombres. ¿Ha estado ausente del voto la mujer? Pues entonces, si afirmáis que la mujer no influye para nada en la vida política del hombre, estáis  -fijaos bien-  afirmando su personalidad, afirmando la resistencia a acatarlos. ¿Y es en nombre de esa personalidad, que con vuestra repulsa reconocéis y declaráis, por lo que cerráis las puertas a la mujer en materia electoral? ¿Es que tenéis derecho a hacer eso? No; tenéis el derecho que os ha dado la ley, la ley que hicisteis vosotros, pero no tenéis el derecho natural fundamental, que se basa en el respeto a todo ser humano, y lo que hacéis es detentar un poder; dejad que la mujer se manifieste y veréis como ese poder no podéis seguir detentándolo”.

          Recordó a los presentes en el hemiciclo que en aquel momento había más hombres analfabetos que mujeres..

          ¿De qué acusáis a la mujer? ¿Es de ignorancia? Pues yo no puedo, por enojosas que sean las estadísticas, dejar de referirme a un estudio del señor Luzuriaga acerca del analfabetismo en España (…) Esto quiere decir simplemente que la disminución del analfabetismo es más rápida en las mujeres que en los hombres y que de continuar ese proceso de disminución en los dos sexos, no sólo llegarán a alcanzar las mujeres el grado de cultura elemental de los hombres, sino que lo sobrepasarán. Eso en 1910. Y desde 1910 ha seguido la curva ascendente, y la mujer, hoy día, es menos analfabeta que el varón. No es, pues, desde el punto de vista de la ignorancia desde el que se puede negar a la mujer la entrada en la obtención de este derecho.

A continuación demostró que no hay ningún ley escrita que aparte a la mujer de la política.

          Aunque no queráis y si por acaso admitís la incapacidad femenina, votáis con la mitad de vuestro ser incapaz. Yo y todas las mujeres a quienes represento queremos votar con nuestra mitad masculina, porque no hay degeneración de sexos, porque todos somos hijos de hombre y mujer y recibimos por igual las dos partes de nuestro ser, argumento que han desarrollado los biólogos. Somos producto de dos seres; no hay incapacidad posible de vosotros a mí, ni de mí a vosotros. Desconocer esto es negar la realidad evidente. Negadlo si queréis; sois libres de ello, pero sólo en virtud de un derecho que habéis (perdonadme la palabra, que digo sólo por su claridad y no con espíritu agresivo) detentado, porque os disteis a vosotros mismos las leyes; pero no porque tengáis un derecho natural para poner al margen a la mujer.

Demostró que los dos sexos son iguales.

          Yo, señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros; a la mujer que, como ocurrió con otras fuerzas nuevas en la revolución francesa, será indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al derecho y no hay sino que empujarla a que siga su camino”.

Finalmente apostó por el poder de la mujer, como imprescindible para impulsar el progreso.

          No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar; si dejáis al margen de la República a la mujer, que representa una fuerza nueva, una fuerza joven; que ha sido simpatía y apoyo para los hombres que estaban en las cárceles; que ha sufrido en muchos casos como vosotros mismos, y que está anhelante, aplicándose a sí misma la frase de Humboldt de que la única manera de madurarse para el ejercicio de la libertad y de hacerla accesible a todos es caminar dentro de ella”.

Después de la barbarie fascista, Clara Campoamor se tuvo que exilar primero en Paris y luego, al declararse la II Guerra Mundial, marcho a Buenos Aires y finalmente vivió en Lausana, Suiza, desde donde intentó volver a su querida España, pero Franco se lo impidió porque había pertenecido a una logia masónica, muriendo en Suiza en el año 1972. Recordemos siempre a su persona, rehabilitada en la actualidad por la democracia española (menos por el PP, ¡que casualidad!), como paradigma de la defensa de los derechos de la mujer.

 

Manuel Dóniz García

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